"La filosofí­a no es el arte de consolar a los tontos; su única meta es enseñar la búsqueda de la verdad y destruir los prejuicios"; Marqués de Sade.

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martes, junio 20

Indeterminación e idealismo


Por Allan Woods

El principio de incertidumbre

El auténtico golpe de muerte para la mecánica newtoniana como teoría universal se lo asestaron Einstein, Schrödinger, Heisenberg, y otros científicos que asistieron al nacimiento de la mecánica cuántica a principios del siglo XX. El comportamiento de las "partículas elementales" no se podía explicar con la mecánica clásica. Había que desarrollar una nueva matemática.
En esta matemática hay conceptos como "fase-espacio" en el que se define un sistema como un punto que tiene sus grados de libertad como coordenadas, y "operadores", magnitudes que son incompatibles con las magnitudes algebraicas en el sentido de que son más parecidas a operaciones que a magnitudes propiamente dichas (de hecho expresan relaciones en lugar de propiedades fijas), que juegan un papel decisivo. La probabilidad también juega un papel importante, pero en el sentido de "probabilidad intrínseca": es una de las características esenciales de la mecánica cuántica. De hecho los sistemas de mecánica cuántica tienen que ser interpretados como la superposición de todos los posibles caminos que pueden seguir.
Las partículas cuánticas sólo se pueden definir como un conjunto de relaciones internas entre su estado "actual" y "virtual". En ese sentido son puramente dialécticas. La medición de estas partículas de una u otra manera sólo nos lleva a conocer su estado "actual" que es sólo un aspecto del todo (esta paradoja se explica popularmente con la historia del "gato de Schrödinger"). Se denomina el "colapso de la función onda", y se expresa en el principio de indeterminación de Heisenberg. Esta manera totalmente nueva de entender la realidad física, expresada en la mecánica cuántica, se mantuvo en "cuarentena" durante largo tiempo por parte de las demás disciplinas científicas. Era vista como un tipo de mecánica excepcional que sólo se podía utilizar para describir el comportamiento de las partículas elementales, como la excepción a la regla de la mecánica clásica, sin ningún tipo de importancia.
En lugar de las viejas certezas, ahora reinaba la incertidumbre. Los movimientos aparentemente casuales de las partículas subatómicas, con sus velocidades inimaginables, ya no se podían expresar en los términos de la vieja mecánica. Cuando una ciencia llega a un callejón sin salida, cuando ya no es capaz de explicar los hechos, el terreno está listo para una revolución, y el surgimiento de una nueva ciencia. Sin embargo, la nueva ciencia en su forma inicial, no está completamente desarrollada. Solo después de un período surge en su forma completa. Al principio es prácticamente inevitable un cierto grado de improvisación, incertidumbre, de diferentes interpretaciones a menudo contradictorias.
En las últimas décadas se ha abierto un debate sobre la llamada interpretación "estocástica" ("casual") de la naturaleza y el determinismo. El problema fundamental es que la necesidad y el accidente son considerados opuestos absolutos, contrarios mutuamente excluyentes. De esta manera llegamos a dos puntos de vista opuestos ninguno de cuales explica adecuadamente el funcionamiento contradictorio y complejo de la naturaleza.
El físico alemán, Werner Heisenberg, desarrollo su propia visión particular de la mecánica cuántica. En 1932 recibió el premio Nóbel de física por sus sistema de "mecánica de matriz" que describen los niveles de energía de las órbitas de los electrones puramente en términos numéricos, sin recurrir a imágenes. De esta manera esperaba haber dado esquinazo a todos los problemas provocados por la contradicción entre "ondas" y partículas", abandonando cualquier intento de visualizar el fenómeno, y tratándolo como una pura abstracción matemática. La mecánica ondular de Erwin Schrödinger cubría exactamente el mismo campo que la mecánica de matriz de Heisenberg, sin ninguna necesidad de retirarse al reino de las abstracciones matemáticas absolutas. La mayoría de los físicos prefirieron el punto de vista de Schrödinger, que parecía mucho menos abstracto, y no se equivocaban. En 1944, John van Neumann, el matemático húngaro-americano, demostró que la mecánica ondular y de matriz eran matemáticamente equivalentes, y podían llegar a los mismos resultados.
Heisenberg logró importantes adelantos en la mecánica cuántica. Pero su punto de vista estaba totalmente empapado por el empeño de imponer su tendencia filosófica particular sobre la nueva ciencia. De aquí surge la llamada "interpretación de Copenhague" de la mecánica cuántica. En realidad es una variación del subjetivismo idealista, débilmente disfrazada de escuela de pensamiento científico. "Werner Heisenberg", escribió Isaac Asimov, "planteó una cuestión profunda que proyectó las partículas, y la propia física, prácticamente al reino de lo incognoscible".5 Esta es la palabra correcta que hay que utilizar. No estamos tratando de lo desconocido. Este elemento siempre está presente en la ciencia. Toda la historia de la ciencia es el avance desde lo desconocido a lo conocido, de la ignorancia hacia el conocimiento. Pero las dificultades empiezan si la gente confunde lo desconocido con lo incognoscible. Hay una diferencia fundamental entre "no conocemos" y "no podemos conocer". La ciencia parte de la noción básica que el mundo objetivo existe y podemos conocerlo.
Sin embargo, en toda la historia de la filosofía ha habido repetidos intentos de poner límites al conocimiento humano, de afirmar que hay cosas que "no podemos conocer" por una u otra razón. Así Kant planteó que sólo podíamos conocer las apariencias, pero no las Cosas-en-Sí. En esto seguía los pasos del escepticismo de Hume, el idealismo subjetivo de Berkeley y los sofistas griegos: no podemos conocer el mundo.
En 1927, Werner Heisenberg planteó su famoso "principio de indeterminación", según el cual es imposible determinar simultáneamente, con la precisión deseada, la posición y la velocidad de una partícula. Cuanto más cierta es la posición de una partícula, más incierto es su momento, y viceversa (esto también se aplica a otros pares de propiedades específicas). La dificultad a la hora de establecer precisamente la posición y la velocidad de una partícula que se mueve a 5.000 millas por segundo en diferentes direcciones es obvia. Pero de ahí a sacar la conclusión que causa y efecto (causalidad) en general no existen, es una proposición totalmente falsa.
¿Cómo podemos determinar la posición de un electrón? se preguntó. Observándolo. Pero si utilizamos un microscopio potente, quiere decir que lo bombardearemos con una partícula de luz, un fotón. Debido a que la luz se comporta como una partícula, eso inevitablemente interferirá en el momento de la partícula observada. Por lo tanto la cambiamos en el mismo acto de la observación. La interferencia será impredecible e incontrolable, ya que (por lo menos en la actual teoría cuántica) no hay manera de conocer o controlar de antemano el ángulo preciso con el que el quantum de luz se dispersará en las lentes. Debido a que una medición precisa de la posición requiere la utilización de luz de onda corta, se transfiere un momento importante pero impredecible e incontrolable al electrón. Por otra parte, una determinación precisa del momento requiere la utilización de quanta de luz de momento muy bajo (y por tanto de onda larga), lo que significa que habrá un amplio ángulo de difracción, y por lo tanto una pobre definición de la posición. Cuanto más precisamente definamos la posición, menos preciso será el momento, y viceversa.
¿Podemos resolver el problema con el desarrollo de nuevos tipos de microscopios de electrones? Según la teoría de Heisenberg no. En la medida en que toda la energía se agrupa en quanta, y toda la materia tiene la propiedad de actuar tanto como onda como partícula, cualquier tipo de aparato que utilicemos estará dominado por este principio de indeterminación (o incertidumbre). De hecho el término incertidumbre es inexacto, porque lo que aquí se está afirmando, no es sólo que no podemos tener certeza por problemas de medición. La teoría plantea que todas las formas de materia son indeterminadas por su propio carácter. Como dice David Bohm en su libro Causalidad y casualidad en la física moderna::
"De esta manera la renuncia a la causalidad en la interpretación usual de la teoría cuántica no se debe considerar simplemente como el resultado de nuestra incapacidad para medir los valores precisos de las variables que entrarían en la expresión de las leyes causales a nivel subatómico, sino, más bien debería ser considerada como un reflejo de que no existen tales leyes".
En lugar de verlo como un aspecto concreto de la teoría cuántica, en un estadio concreto de su desarrollo, Heisenberg planteó la indeterminación como una ley fundamental y universal de la naturaleza, y asumió que todas las demás leyes de la naturaleza tenían estar acorde con esta. Este es un punto de vista totalmente diferente al que adoptaba la ciencia en el pasado al enfrentarse a problemas relacionados con fluctuaciones irregulares y movimiento casual. Nadie se imagina que sea posible predecir el movimiento exacto de una molécula en un gas, o predecir todos los detalles de un accidente de coche en concreto. Pero nunca antes se ha hecho un intento serio de deducir de estos hechos la no existencia de la causalidad en general.
Y esta es precisamente la conclusión que se nos invita a sacar del principio de indeterminación. Científicos y filósofos idealistas vienen a plantear que la causalidad en general no existe. Es decir, que no existen causa y efecto. Por lo tanto la naturaleza parece un asunto totalmente sin causa, casual. El universo en su conjunto es impredecible. "No podemos estar seguros" de nada. "Por el contrario, se asume que en cualquier experimento concreto, el resultado preciso que se obtendrá es completamente arbitrario en el sentido en que no tiene ningún tipo de relación con ninguna otra cosa que exista en el mundo o que nunca haya existido".6
Esta posición representa la negación completa no sólo de toda la ciencia, sino del pensamiento racional en general. Si no hay causa ni efecto, no sólo no es posible predecir nada; es imposible explicar nada. Tenemos que limitarnos a describir lo que es. De hecho ni siquiera eso, ya que ni siquiera podemos estar seguros de que exista algo fuera de nosotros y nuestros sentidos. Esto nos lleva de cabeza a la filosofía del idealismo subjetivo. Nos recuerda el argumento de los sofistas de la Grecia antigua: "No puedo conocer nada sobre el mundo. Si puedo conocer algo, no puedo comprenderlo. Y si puedo comprenderlo, no puedo expresarlo".
Lo que realmente representa el "principio de indeterminación" es el carácter altamente evasivo del movimiento de las partículas subatómicas, que no se sujetan al tipo de ecuaciones y medidas simplistas de la mecánica clásica. No se puede dudar de la contribución de Heisenberg a la física. Lo que está en cuestión son las conclusiones filosóficas que sacó de la mecánica cuántica. El hecho de que no podamos determinar exactamente la posición y el momento de un electrón no quiere decir en lo más mínimo que exista una falta de objetividad. El método de pensamiento subjetivo empapa la llamada escuela de Copenhague de la mecánica cuántica. Niels Bohr llegó a afirmar que "es incorrecto pensar que la tarea de la física es descubrir como es la naturaleza. La física se preocupa de lo que podemos decir sobre la naturaleza".
El físico John Wheeler defiende que "ningún fenómeno es un fenómeno real hasta que sea un fenómeno observado". Y Max Bohm plantea la misma filosofía subjetivista con absoluta claridad: "A la generación a la que Einstein, Bohr, y yo mismo pertenecemos se le enseñó que existe un mundo físico objetivo, que se desarrolla de acuerdo con leyes inmutables independientes de nosotros; nosotros observamos este proceso al igual que el público mira una obra en un teatro. Einstein todavía cree que esta debería ser la relación entre el observador científico y su sujeto".7
Aquí nos enfrentamos, no a una evaluación científica, sino a una opinión filosófica que refleja un determinado punto de vista del mundo, el del idealismo subjetivo que impregna toda la interpretación de la teoría cuántica de la escuela de Copenhague. Un número de importantes científicos se opuso a este subjetivismo que va en contra de todo el método y punto de vista científico, lo que dice mucho a su favor. Entre ellos Einstein, Max Plank, Louis de Broglie y Erwin Schrödinger, todos ellos jugaron un papel en el desarrollo de la nueva física por lo menos tan importante como el de Heisenberg.

Objetividad versus subjetivismo
No hay la más mínima duda que la interpretación que hizo Heisenberg de la física cuántica estaba poderosamente influida por sus ideas filosóficas. Ya desde sus tiempo de estudiante, Heisenberg era un idealista consciente, que admitía haber sido impresionado por el Timeus de Platón (en el que el idealismo de Platón se expresa de manera más oscurantista), a la vez que luchaba en las filas de los Freikorps reaccionarios contra los obreros alemanes en 1919. Más tarde declaró que estaba "mucho más interesado en subrayar las ideas filosóficas que en lo demás", y que era necesario "apartarse de la idea de procesos objetivos en tiempo y espacio". En otras palabras, la interpretación filosófica de Heisenberg de la física cuántica estaba lejos de ser el resultado objetivo de la experimentación científica. Estaba claramente vinculado a la filosofía idealista, que aplicó conscientemente a la física, y que determinó su interpretación.
Este tipo de filosofía va en contra, no sólo de la ciencia, sino de toda la experiencia humana. No sólo está vacía de contenido científico, sino que es totalmente inútil en la práctica. Los científicos que, como regla, quieren mantenerse alejados de la especulación filosófica, hacen una pequeña inclinación con la cabeza en dirección a Heisenberg, y simplemente siguen con su trabajo de investigar las leyes de la naturaleza, dando por supuesto no sólo que existe, sino que funciona según leyes definidas, incluyendo las de causa y efecto, y que, con un poco de esfuerzo, pueden ser perfectamente comprendidas, e incluso predichas por hombres y mujeres. Las consecuencias reaccionarias de este idealismo subjetivo se demuestran por la propia evolución de Heisenberg, que justificó su colaboración activa con los nazis sobre la base de que: "No hay líneas generales a las que nos podamos agarrar. Tenemos que decidir por nosotros mismos, y no podemos decir por adelantado si lo estamos haciendo correcta o incorrectamente".8
Erwin Schrödinger no negaba la existencia de fenómenos casuales en la naturaleza en general, o en la mecánica cuántica. El menciona específicamente la combinación casual de moléculas de ADN en el momento de la concepción de un niño, en el que las características cuánticas de los lazos químicos juegan un papel. Sin embargo Él objetó la interpretación de Copenhague sobre las implicaciones del experimento de los "dos agujeros"; que las ondas de probabilidad de Max Born significan que tenemos que renunciar a la objetividad del mundo, la idea que el mundo existe independientemente que nosotros lo observemos.
Schrödinger ridiculizó la afirmación de Heisenberg y Bohr de que, cuando un electrón o un fotón no está siendo observado, "no tiene posición" y sólo se materializa en un momento dado como resultado de la observación. Para contrarrestarlos invento un famoso "experimento mental". Tomemos un gato y lo metámoslo en una caja con un frasco de cianida, dijo. Cuando el contador Geiger detecte radioactividad es que el frasco se ha roto. Según Heisenberg, el átomo no "sabe" que ha decaído hasta que alguien lo observa. En este caso por lo tanto, hasta que alguien no abra la caja y mire adentro, según los idealistas, ¡el gato no está muerto ni vivo! Con esta anécdota, Schrödinger quería resaltar las contradicciones absurdas provocadas por la aceptación de la interpretación idealista subjetiva de la mecánica cuántica de Heisenberg. Los procesos de la naturaleza tienen lugar objetivamente, independientemente de si hay seres humanos por ahí para observarlos o no.
Según la interpretación de Copenhague, la realidad sólo pasa a ser cuando la observamos. En otro caso existe en una especie de limbo, o "estado de superposición de ondas de probabilidad", como nuestro gato vivo-y-muerto. La interpretación de Copenhague traza una aguda línea divisoria entre el observador y lo observado. Algunos físicos sacan la conclusión, siguiendo la interpretación de Copenhague, que la conciencia tiene que existir, pero la idea de la realidad material sin conciencia es impensable. Este es precisamente el punto de vista del idealismo subjetivo al que Lenin respondió ampliamente en su libro Materialismo y empirocriticismo.
El materialismo dialéctico parte de la premisa de la objetividad del universo material, que llega a nosotros en forma de percepciones sensoriales. "Interpreto el mundo a través de mis sentidos". Esto es evidente. Pero el mundo existe independientemente de mis sentidos. Eso también es evidente, dirán algunos, ¡pero no para la filosofía burguesa moderna! Una de las principales corrientes de la filosofía del siglo XX es el positivismo lógico, que precisamente niega la objetividad del mundo material. Más correctamente, considera que la propia cuestión de si el mundo existe o no es irrelevante y "metafísica". El punto de vista del idealismo subjetivo ha sido completamente minado por los descubrimientos de la ciencia del siglo XX. El acto de observación significa que nuestros ojos están recibiendo energía de una fuente externa en forma de ondas de luz (fotones). Esto lo explicó claramente Lenin en 1908-9:
"Si el color es una sensación únicamente en razón de su dependencia de la retina (como os lo obligan a reconocer las Ciencias Naturales), se deduce de ello que los rayos luminosos producen, al llegar a la retina, la sensación de color. Lo que quiere decir que, fuera de nosotros, independientemente de nosotros y de nuestra conciencia, existe el movimiento de la materia, supongamos ondas de Éter de una longitud determinada y de una velocidad determinada, que, obrando sobre la retina, producen en el hombre la sensación de este o el otro color. Tal es precisamente el punto de vista de las Ciencias Naturales. Estas explican las diferentes sensaciones de color por la diferente longitud de las ondas luminosas, existentes fuera de la retina humana, fuera del hombre e independientemente de Él. Y esto es precisamente materialismo: la materia, actuando sobre nuestros órganos de los sentidos, suscita la sensación. La sensación depende del cerebro, de los nervios, de la retina, etc., es decir, de la materia organizada de determinada manera. La existencia de la materia no depende de la sensación. La materia es lo primario. La sensación, el pensamiento, la conciencia es el producto supremo de la materia organizada de un modo especial. Tales son los puntos de vista del materialismo en general y de Marx y Engels en particular".9
El método idealista subjetivo de Heisenberg es bastante explícito:
"Nuestra situación actual en la investigación en física atómica es generalmente esta: queremos entender cierto fenómeno, queremos reconocer cómo este fenómeno se deduce de las leyes generales de la naturaleza. Por lo tanto, la parte de materia o radiación que toma parte en el fenómeno es el ‘objeto' natural en el tratamiento teórico y debería estar separado de las herramientas utilizadas para estudiar el fenómeno. Esto de nuevo hace Énfasis en un elemento subjetivo en la descripción de acontecimientos atómicos, en la medida en que el dispositivo para medirlos ha sido construido por el observador, y tenemos que recordar que lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento. Nuestro trabajo científico en física consiste en hacernos preguntas sobre la naturaleza en el lenguaje que poseemos e intentar conseguir una respuesta en un experimento con los medios a nuestro alcance".10
Kant erigió una barrera impenetrable entre el mundo de las apariencias y el de la realidad "en sí misma". Aquí Heisenberg va más allá. No sólo habla de la "naturaleza en sí misma", sino que incluso plantea que no podemos conocer la parte de la naturaleza que puede ser observada, ya que en el propio acto de la observación la cambiamos. De esta manera, Heisenberg intenta abolir el criterio científico de la objetividad de una vez por todas. Desgraciadamente, muchos científicos que negarían indignados la acusación de misticismo han asimilado acríticamente las ideas filosóficas de Heisenberg, simplemente porque no están dispuestos a aceptar la necesidad de un punto de vista filosófico consistentemente materialista de la naturaleza.
La cuestión es que las leyes de la lógica formal se rompen más allá de cierto límite. Esto se aplica especialmente a los fenómenos del mundo subatómico, donde las leyes de la identidad, contradicción y del medio excluido no pueden ser aplicadas. Heisenberg defiende el punto de vista de la lógica formal y el idealismo, y por lo tanto inevitablemente llega a la conclusión que los fenómenos contradictorios a nivel subatómico no pueden ser comprendidos en absoluto por la mente humana. La contradicción, sin embargo, no está en los fenómenos observados a nivel subatómico, sino en los esquema mentales anticuados e inadecuados de la lógica formal. Las llamadas "paradojas de la mecánica cuántica" son precisamente esto. Heisenberg no puede aceptar la existencia de contradicciones dialécticas, y por lo tanto prefiere recurrir al misticismo filosófico ¾ "no podemos conocer", y el resto¾ .
Nos encontramos en presencia de una especie de prestidigitación filosófica. El primer paso es confundir el concepto de causalidad con el viejo determinismo mecánico representado por gente como Laplace. Sus limitaciones ya fueron explicadas por Engels en La dialéctica de la naturaleza. Los descubrimientos de la mecánica cuántica finalmente destruyeron el viejo determinismo mecánico. El tipo de predicciones de la mecánica cuántica son algo diferentes de las de la mecánica clásica. Sin embargo la mecánica cuántica sigue haciendo predicciones y obtiene resultados precisos de ellas.

Causalidad y casualidad
Uno de los problemas a los que se enfrenta el que quiera estudiar la filosofía o la ciencia es que se utiliza una terminología particular con significados diferentes de los de la vida cotidiana. Uno de los problemas fundamentales de la historia de la filosofía es la relación entre libertad y necesidad, una cuestión complicada, que no se simplifica en absoluto cuando aparece con otros ropajes, causalidad y casualidad, necesidad y accidente, determinismo e indeterminismo, etc.
Todos sabemos por nuestra experiencia diaria lo que queremos decir con necesidad. Cuando necesitamos hacer algo quiere decir que no tenemos opción. No podemos hacer otra cosa. El diccionario define la necesidad como un conjunto de circunstancias que fuerzan algo a ser, o a ser hecho, especialmente relacionado con una ley del universo, inseparable de, y dirigiendo, la vida y acción humanas. La idea de necesidad física implica la noción de compulsión y sujeción. Aparece en expresiones como "aceptar lo inevitable", "la necesidad no conoce ley alguna".
En un sentido filosófico, la necesidad está estrechamente vinculada a la causalidad, la relación entre causa y efecto ¾ una acción o acontecimiento dado que necesariamente da lugar a un resultado concreto¾ . Por ejemplo, si dejo de respirar durante una hora me moriré, o si froto dos palos el uno contra el otro produciré calor. Esta relación entre causa y efecto, confirmada por un número infinito de observaciones y experiencias prácticas, juega un papel fundamental en la ciencia. En contraste, el accidente se considera como un acontecimiento inesperado, que sucede sin una causa aparente, como cuando tropezamos con una baldosa floja en el pavimento, o se nos cae un plato en la cocina. Sin embargo, en filosofía el accidente es una propiedad de una cosa que es meramente un atributo contingente, es decir algo que no forma parte de su naturaleza esencial. Un accidente es algo que no existe por necesidad, y que podría igualmente no haber sucedido. Veamos otro ejemplo.
Si dejo este trozo de papel, normalmente caerá al suelo, debido a la ley de la gravedad. Este es un ejemplo de causalidad, de necesidad. Pero si una corriente de aire se lleva el papel inesperadamente, eso en general se consideraría como casualidad. Por lo tanto la necesidad está gobernada por una ley que se puede expresar y predecir científicamente. Las cosas que pasan por necesidad son cosas que no podrían haber sucedido de otra manera. Por otra parte los acontecimientos casuales, son acontecimientos que podrían o no haber pasado; no están gobernados por ninguna ley que se pueda expresar claramente y son, por naturaleza, impredecibles.
La experiencia de la vida nos convence que tanto la necesidad como el accidente existen y juegan un papel. La historia de la ciencia y la sociedad es la búsqueda de los patrones subyacentes en la naturaleza. Aprendemos de pequeños a distinguir entre lo esencial y lo no esencial, lo necesario y lo contingente. Incluso cuando nos encontramos con condiciones excepcionales que pueden parecernos "irregulares" en un momento dado de nuestro conocimiento, muchas veces sucede que la experiencia posterior revela un tipo diferente de regularidad, y relaciones causales todavía más profundas, que no eran obvias a primera vista.
La búsqueda de una comprensión racional del mundo en el que vivimos está íntimamente vinculada a la necesidad de descubrir la causalidad. Un niño pequeño, en el proceso de aprender sobre el mundo, siempre pregunta "¿por qué?" ¾ ante la desesperación de los padres que muchas veces no tienen una respuesta¾ . Sobre la base de la observación y la experiencia, formulamos una hipótesis de qué es lo que causa un fenómeno determinado. Esta es la base de la comprensión racional. Como regla general estas hipótesis a su vez dan lugar a predicciones en relación a cosas que todavía no han sido experimentadas. Entonces se pueden probar, ya sea con observación o por experiencia. Esto no es sólo una descripción de la historia de la ciencia, sino también de una parte importante del desarrollo mental de un ser humano desde la tierna infancia en adelante. Por lo tanto cubre el desarrollo intelectual en el sentido más amplio, desde los procesos de aprendizaje más básicos del niño hasta a los estudios más avanzados sobre el universo.
La existencia de la causalidad se demuestra en una inmensa cantidad de observaciones. Esto nos permite hacer importantes predicciones, no sólo en la ciencia sino en la vida diaria. Todo el mundo sabe que si calentamos agua hasta 100¡C se convierte en vapor. Esta es la base, no sólo para hacerse una taza de café, sino también de la revolución industrial, sobre la que se basa la sociedad moderna. Sin embargo, hay filósofos y científicos que mantienen seriamente que no se puede decir que el vapor haya sido causado por el calentamiento del agua. El hecho de que podamos hacer predicciones sobre un enorme número de acontecimientos es una prueba de que la causalidad no es simplemente una manera conveniente de describir las cosas, sino, como plantea David Bohm, un aspecto inherente y esencial de las cosas. De hecho, es imposible incluso definir las propiedades de las cosas sin recurrir a la causalidad. Por ejemplo, cuando decimos que una cosa es roja, lo que estamos diciendo es que reaccionará de cierta manera sometida a condiciones específicas, es decir, un objeto rojo se define como aquel que expuesto a luz blanca reflejará mayoritariamente luz roja. De igual manera, el hecho de que el agua se convierta en vapor cuando la calentamos, y en hielo cuando la enfriamos, es la expresión de una relación causal cualitativa que forma parte de las propiedades esenciales de este líquido, sin las cuales no sería agua. Las leyes matemáticas generales de la moción de los cuerpos en movimiento son igualmente propiedades esenciales de estos cuerpos, sin los cuales ya no serían lo que son. Este tipo de ejemplos se pueden multiplicar hasta el infinito. Para entender porqué y cómo la causalidad está tan estrechamente ligada con las propiedades esenciales de las cosas, no es suficiente considerar las cosas de manera estática y aislada. Es necesario considerar las cosas tal como son, tal como han sido, y tal como serán necesariamente en el futuro, es decir, analizar las cosas como procesos.
Para poder entender acontecimientos concretos, no hace falta especificar todas las causas. De hecho esto no es posible. El tipo de determinismo absoluto planteado por Laplace ya había sido respondido por adelantado por parte de Spinoza en el siguiente pasaje ingenioso:
"Por ejemplo, si una piedra cae de un tejado sobre un peatón y lo mata, ellos demostrarán con su método de argumentación que la piedra fue enviada para caer y matar al hombre; porque si no hubiese caído sobre Él con ese fin, por la voluntad de Dios, ¿cómo podrían haber concurrido tantas circunstancias (por que a menudo muchas circunstancias concurren al mismo tiempo) por casualidad? Puedes responder, quizás: ‘Soplaba el viento y el hombre pasaba por esa calle, y de esta manera sucedió'. Pero ellos insistirán: ‘¿Por qué estaba soplando el viento en ese momento? ¿Y por qué el hombre estaba pasando por esa calle en ese momento? Y si replicas de nuevo: "El viento había surgido de la agitación del mar el día anterior, habiendo habido un tiempo calmado anteriormente, y el hombre estaba yendo por esa calle por que le había invitado un amigo', ellos insistirán de nuevo: ‘¿Por qué estaba el mar agitado, y por qué el hombre había sido invitado en ese momento?'
"Y de esta manera te perseguirán de causa en causa hasta que estés dispuesto a refugiarte en la voluntad de Dios, es decir, el asilo de la ignorancia. Una vez más, cuando ven el cuerpo humano están maravillados, y como no conocen la causa de tanto arte, llegan a la conclusión de que no era por arte mecánico, sino por arte divino o sobrenatural, y construido de tal manera que una parte no daña a la otra. Y de esta manera llegamos a la situación en que alguien que quiera buscar las auténticas causas de los milagros, y comprender las cosas de la naturaleza como un hombre de aprendizaje, y no mirarlas fijamente con sorpresa como un bobo, se le condena ampliamente como hereje e impío, y se le proclama como tal por parte de aquellos a los que el populacho adora como intérpretes de la naturaleza y de los Dioses. Por que estos saben que cuando se aparta la ignorancia, el asombro que es su único medio de argumentación y de preservar su autoridad también desaparecerá".11

Mecanicismo
El intento de eliminar toda contingencia de la naturaleza nos lleva inevitablemente a un punto de vista mecanicista. En la filosofía mecanicista del siglo XVIII, representada en la ciencia por Newton, la idea sencilla de la necesidad se elevaba a categoría de principio absoluto. Se veía como perfectamente simple, libre de toda contradicción, y sin irregularidades ni contra corrientes.
La idea que la naturaleza se rige por una serie de leyes es profundamente cierta, pero insuficiente. Lo que necesitamos es una comprensión concreta de cómo funcionan realmente las leyes de la naturaleza. La visión mecanicista desarrolló necesariamente un punto de vista unilateral de los fenómenos de la naturaleza, reflejando el nivel real de desarrollo científico de ese momento. El logro más importante de esta manera de ver las cosas fue la mecánica clásica, que trata con procesos relativamente sencillos, causa y efecto, entendidos como la simple acción externa de un cuerpo sólido sobre otro, palancas, equilibrio, masa, inercia, empuje, presión, etc. Aunque estos descubrimientos fueron importantes, eran claramente insuficientes para llegar a una idea precisa del funcionamiento complejo de la naturaleza. Más adelante, los descubrimientos de la biología, especialmente después de la revolución darwiniana, posibilitaron un nuevo punto de vista en relación a los fenómenos científicos, en línea con los procesos más flexibles y sutiles de la materia orgánica.
En la mecánica clásica newtoniana, se trata la moción como algo simple. Si conocemos en cualquier momento dado las fuerzas que se aplican a un objeto concreto en movimiento, podemos predecir exactamente como se comportará en el futuro. Esto nos lleva al determinismo mecánico, cuyo principal exponente fue Pierre Simon de Laplace, el matemático francés del siglo XVIII, cuya teoría del universo es idénticas a la idea de predestinación presente en algunas religiones, especialmente y el calvinismo.
En sus Ensayos filosóficos sobre probabilidades, Laplace escribió:
"Un intelecto que en un momento dado conociese todas las fuerzas de la Naturaleza animada y las posiciones mutuas de los seres que la comprenden, podría, si su intelecto fuese lo suficientemente grande como para someter todos estos datos a análisis, condensar en una sola formula el movimiento de los mayores cuerpos del universo y el del átomo más ligero: para un intelecto como ese nada sería indeterminado; y el futuro al igual que el pasado sería presente ante nuestros ojos".12
La dificultad surge del método mecanicista heredado del siglo XVIII por la física del siglo XIX. Aquí, la necesidad y el accidente eran considerados como opuestos fijos, el uno excluía al otro. Un proceso era accidental o necesario, pero no las dos cosas a la vez. Engels sometió este método a un análisis profundo en su La dialéctica de la naturaleza, donde explica que el determinismo mecánico de Laplace conducía inevitablemente al fatalismo y a un concepto místico de la naturaleza:
"Y luego se afirma que lo necesario es lo único de interés científico, y que lo accidental es indiferente para la ciencia. Es decir: lo que se puede reducir a leyes, y por lo tanto, lo que uno conoce, es interesante; lo que no se pueda reducir a leyes, y en consecuencia, lo que uno no conoce, es indiferente y puede hacerse caso omiso de ello. De ahí que toda la ciencia llegue a su fin, pues tiene que investigar precisamente aquello que no conocemos; es decir: lo que se puede incluir dentro de leyes generales se considera necesario, y lo que no, accidental. Cualquiera puede advertir que este es el mismo tipo de ciencia que la que problema natural lo que puede explicar, y asigna a causas sobrenaturales lo que no le es posible explicar. Que yo denomine casualidad la causa de lo inexplicable, o que la llame Dios, es en todo sentido indiferente en lo que se refiere a la cosa misma. Una y otra equivalen a "no sé", y por lo tanto no pertenecen a la ciencia. Esta última termina donde falta la conexión necesaria".
Engels plantea que este tipo de determinismo mecánico reduce en la práctica la necesidad al nivel del accidente. Si todo acontecimiento insignificante está en el mismo orden de importancia y necesidad que la ley de la gravitación universal, entonces todas las leyes están en el mismo nivel de trivialidad:
"Según esta concepción, sólo predomina en la naturaleza la necesidad simple y directa. El hecho de que determinada vaina de guisantes contenga cinco de Éstas, y no cuatro o seis, que la cola de determinado perro tenga doce centímetros y ni un milímetro más o menos, y que este año determinada flor de trébol haya sido fertilizada por una abeja, y otra no, y en verdad, precisamente por una abeja en especial y en un momento en especial; que determinado diente de león arrastrado por el viento haya germinado y otro no; que ayer me picase una pulga a las cuatro de la mañana, y no a las tres o a las cinco, y en el hombre derecho, y no en la pantorrilla izquierda: todos estos son hechos producidos por una irrevocable concatenación de causa y efecto, por una indestructible necesidad, de tal naturaleza, en verdad, que la esfera gaseosa de la cual se deriva el sistema solar ya estaba constituida así, que estos sucesos debían ocurrir de tal manera, y no de la otra. Con este tipo de necesidad, tampoco nos alejamos de la concepción teológica de la naturaleza. Sea que como Agustín y Calvino la llamemos eterno decreto divino, o Kismet(*) como los turcos, o que la llamemos necesidad, lo mismo da para la ciencia. No se trata de seguir los eslabones de la concatenación causal, en ninguno de esos casos. Por lo tanto quedamos tan enterados en uno como en otro; la denominada necesidad sigue siendo una frase hueca y con ella, la casualidad también queda como estaba".13
Laplace pensó que si pudiera encontrar las causas de todas las cosas en el universo, podría abolir de golpe la contingencia. Durante bastante tiempo pareció que el funcionamiento de todo el universo se podía reducir a unas pocas ecuaciones relativamente simples. Una de las limitaciones de la teoría mecanicista clásica es que asume que no hay influencias externas en el movimiento de cuerpos en concreto. En realidad, sin embargo, todo cuerpo está influenciado y determinado por todos los demás cuerpos. No hay nada que se pueda tomar de forma aislada.
Hoy en día las pretensiones de Laplace nos pueden parecer extravagantes y poco razonables. Sin embargo podemos encontrar extravagancias similares en cada etapa de la historia de la ciencia, en la que cada generación se cree firmemente en posesión de la "verdad absoluta". Y no está del todo equivocada. Las ideas de cada generación son de hecho la verdad absoluta, para ese período. Pero todo lo que decimos cuando hacemos afirmaciones de este tipo es: "Esto es lo más lejos que podemos llegar en nuestra comprensión de la naturaleza, con la información y las posibilidades tecnológicas que tenemos actualmente". Por lo tanto no es incorrecto plantear que estas son verdades absolutas para nosotros, en este momento en concreto, porque no podemos basarnos en otras.